jueves, 27 de octubre de 2016

                                ORÍGENES DEL SISTEMA CAPITALISTA:

 El capitalismo es un sistema en el que los instrumentos de producción, es decir, las fábricas y los stocks de bienes son, predominantemente, de propiedad privada. Esta propiedad se concentra en muy pocas manos, en la burguesía, lo que hace que una parte muy grande de la población, el proletariado, no tenga ninguna propiedad, sólo la fuerza de su trabajo, que tiene que vender a cambio de un salario. Asimismo, y para que los capitalistas vivan de su propiedad, es necesario que los trabajadores produzcan más de lo que ganan, es decir, generen un excedente, que es el elemento esencial del beneficio capitalista.

Además, el capitalismo es un sistema de iniciativa libre, no planificado, que tiene como objetivo la obtención del máximo beneficio. Es decir, es un sistema de competencia libre entre particulares, sin intervención del Estado, en el que el mercado sólo se regula mediante la ley de la oferta y la demanda. La competencia entre los empresarios para conquistar mercados provoca una carrera para reducir costes y precios, lo que se convierte en un incentivo para la constante renovación tecnológica.

Sin embargo, la falta de planificación y el aumento progresivo de la producción provocan crisis que se repiten cíclicamente. Las crisis no son, por tanto, ocasionales o producto de un fallo del sistema capitalista, sino una forma de recuperar el equilibrio entre oferta y demanda cuando éste se pierde por exceso o defecto de una u otra.

A lo largo del siglo XIX, las viejas crisis de subsistencia ligadas a las malas cosechas, fueron siendo substituidas por las crisis de sobreproducción industrial. En estas crisis se da un exceso de producción en relación con la capacidad de consumo. Los productos no se venden, los precios se hunden, los beneficios bajan, las empresas cierran y el paro se extiende. En esta situación, sólo los empresarios más fuertes sobreviven y sólo ellos son capaces de innovar.


El sistema capitalista durante el siglo XX: 

A partir de la Primera Guerra Mundial, se inició una nueva fase en el desarrollo del sistema capitalista caracterizada por una mayor intervención del Estado en los asuntos económicos, mayores trabas al comercio internacional y la conformación de grandes empresas. Este proceso fue acompañado por una nueva organización de la producción y el trabajo, conocida con el nombre fordismo y taylorismo.

En la segunda mitad del siglo, el sistema capitalista tuvo grandes cambios que permitieron aumentar la producción y mejorar la calidad de vida de los trabajadores. A esta etapa se la conoce con el nombre de capitalismo de bienestar y estuvo signada por un alto nivel de intervención estatal en la economía. Las políticas estatales limitaron el poder de las grandes empresas dentro de los mercados y aumentaron la demanda de bienes y servicios. Los trabajadores podían consumir más porque los salarios eran más elevados y las empresas podían producir más, porque el Estado les otorgaba créditos baratos. Por esta razón, se conoce a esta fase como la edad de oro del capitalismo.

EL SISTEMA ECONÓMICO CAPITALISTA: 
Durante el siglo XX, en algunos países del mundo se fue desarrollando otro sistema económico alternativo al capitalista: el sistema comunista. Este surgió con la Revolución Rusa de 1917 y a lo largo del siglo se extendió a los países de Europa Oriental, a algunas zonas de Asia y de África, y a Cuba.

A pesar de que en cada uno de los países en los que se implemento tuvo características propias, el sistema comunista presenta un conjunto de rasgos comunes que lo diferencian del capitalista. Entre estos rasgos, se destaca la fuerte intervención del Estado en la economía, a punto tal que los medios de producción no están en manos privadas sino que son propiedad del Estado.
Al desaparecer las empresas privadas, se suprimen los mecanismos típicos del mercado, y los precios de los bienes, de los servicios y de los factores de producción se establecen en el Estado y no por la libre competencia. A su vez, el Estado se ocupa de indicar el tipo y la cantidad de los productos que se deben fabricar.
Por todo esto, el sistema comunista requiere de un muy alto nivel de planificación centralizada en los organismos estatales.
Además de planificar las actividades económicas, el Estado también organiza otras actividades vinculadas indirectamente con la economía, tales como la investigación científica, la capacitación de los trabajadores, la enseñanza, la salud pública y la seguridad social. De esta forma, el sistema garantiza el acceso a los servicios básicos a toda la población, que así logra satisfacer sus necesidades primarias.
Sin embargo, el sistema comunista no pudo resolver algunos inconvenientes que lo llevaron a una profunda crisis. Se generó, así, el colapso del sistema en la Unión Soviética y en los países del este europeo a partir de la década de 1980.
Entre las fallas más importantes, se pueden destacar la baja calidad de los bienes industriales, la escasa producción agrícola que no lograba satisfacer las demandas de una población en crecimiento, la excesiva burocratización de las actividades económicas como consecuencia de la planificación centralizada, la escasa variedad de productos y servicios que se ofrecían para el consumo y, fundamentalmente, la incapacidad de generar los cambios productivos necesarios para acompañar el proceso de cambio tecnológico desarrollado a nivel mundial desde la década de 1960.










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